Déjame escapar


Déjame escapar, dejame escabullirme como agua por las grietas de mi corazón. Te pido clemencia, te pido que me dejes olvidar y me dejes regalarle al olvido todo ese silencio de mar profundo; mar de sangre que recorre mi cuerpo a cada instante, a cada maldito instante y no me deja morir. Tu recuerdo no me deja morir porque tu recuerdo de mi se fortalece y mis recuerdos se fortalecen de mi angustia.

Quisiera poder decir que te he olvidado, que he dejado todos esos recuerdos ocultos e invisibles a mi mente; pero no puedo, no se como hacerlo y no hay nadie que me diga como hacerlo. Cada vez son más fuertes en mi interior y mi interior más vacío.

Pero lo más maldito de todo, es que esa ilusión que me mantiene espectante siempre, es quizás solo un invento de mi corazón para no morir de angustia, para seguir pensando en ese momento, en ese preciso momento en que te encuentres frente a mi, con lágrimas de sal en tus ojos y diciendo te amo; palabra que no pude decir a nadie más, desde que te fuiste.

Déjame escapar. O quizás no lo desee tanto.

Foto: blogs.cope.es

Hoy volví a hablar de tí

Hoy volví a hablar de tí. Fue como si todas esas ideas que siempre tuve y que nunca se fueron, salieran para perderse en palabras.

Hablé de tí, luego de largo tiempo que no lo hacía, y mi corazón volvió a sentir el calor que siempre emanaste. Quizás porque necesitaba de tu recuerdo hablado. Necesitaba saber de tí.

Lo peor de todo es que supe de tí y de tus pesares, de tus penas que ajenas son a mi voluntad de ayuda. Daría lo que fuera necesario para estar a tu lado, poder escucharte, abrazarte, contener tu temor, dibujarte una sonrisa y abrazarte para no dejarte nunca más. Daría cualquier cosa por poder decirte lo mucho que te extraño y todo lo que daría por volver el tiempo atrás.

Ese tiempo que con su evolución, me encoge como a un sweter mal lavado y me deja poco a poco como un trapo de piso, chorriando lágrimas de agua sucia. Ese mismo tiempo que será juez y dictaminará mi destino para ser libre de una vez por todas y volver a pararme frente a tí.

Autoodiandome

A veces me pongo a pensar (cuando el tiempo me sobra, cosa que no es muy habitual) y me digo: ¿por qué la vida te pone a esa chica en frente tuyo, justo en el momento menos adecuado y en consecuencia terminás perdiéndola y frustrándote toda tu vida?.

Siempre pienso que si la hubiese conocido después de los 23 años, me hubiese casado con ella, hubiese tenido todos los hijos que quisiera y hubiese sido feliz el resto de mi vida. Con esto de la edad me refiero a que a los 23 mi cabeza ya estaba más abierta a la vida y no tan cerrada como en mi juventud.

No es que ahora no sea feliz, pero de seguro que es una felicidad muy distinta, plasmada desde las necesidades y no desde la decisión propia.

Y lo que "hubiese sido" no sale de mi mente, se queda ahí, se instala y pienso que permanecerá por el resto de mis dias. Y no me gusta. Y ahora no puedo hacer nada. Y odio todo. Y me odio a mi.

Foto: lamiaintenzione.blogspot.com

Sin el sol de tu piel

Como me dejé llevar por mi orgullo, como deje que te vayas de ese lugar hasta mi mente, para quedarte y morir allí, justo al lado de mis sentidos.
Los días ahora son años, los años vidas que pierdo y gano a veces, pero siempre sin tí. Sin tu amor en mi pecho, sin tu voz en mi cuello, sin tus ojos en mi oscuridad; mi vasta oscuridad que me encierra y me hace acurrucar, hasta llegar la mañana y ver las sábanas a mi lado, sin el perfume de tu pelo, sin el sol de tu piel, abrigo de mi alma.

La vida en el espejo

Cuando te ves extasiado por la gran cantidad de cosas por hacer, cuando te das cuenta que tu rutina es trabajar y volver a casa para ver a tu mujer y a tu niño, es que ya eres viejo.

Pero en el preciso instante en que te miras al espejo del baño, llevando las manos mojadas a tus mejillas ardientes y te concentras en tu rostro, te das cuenta que eres joven, que la vida está justo ahí en frente de tu cuerpo, esperandote, esperando que la empujes, que la hagas tuya, tal como lo hiciste con ese primer amor, tal como lo haces con tu bebé cuando te mira fijamente esbozando una sonrisa, esa que estremece tu corazón.

Parpadeas y te das cuenta que no eres viejo, que eres demasiado joven, que tu corazón aún palpita como lo hacía en tu juventud, en tu bella, armonica y vigorosa juventud.

Entonces sonríes al espejo; le sonríes a tu vida, te secas y te vas.

Foto: laarquitecturadetushuesos.files.wordpress.com

Girando

Una vecina nos regaló un sauce. Lo plantamos y lo vimos crecer. Lloraba, todo el tiempo lloraba y yo veía como lo hacía. Quizás alguna pena lo acongojaba tanto como a mí, en mi etapa de adolescencia feliz y a la vez depresiva y literaria. Yo me subía a él, imaginariamente, para sacar los versos de mi interior y plasmarlos en cualquier medio que llegara a mis manos.

En ese momento se hacía muy fácil escribir. Todo fluía sencilla y directamente. En esos tiempos parecía morir de amor en mis versos. Parecía que nada podía sacarme de ese profundo estado de soledad y angustia por una mujer, platónica al principio y real después.

Ahora vuelvo a la escritura. Vuelvo a sacar todo esto que tengo, para liberar un poco de esa tensión que genera la vida. Esa tensión del tiempo que transcurre, esa que puede ser la misma que ustedes padecen (si es que ya han cruzado la maravillosa línea de la pubertad). Esa tensión que, a la vez de ser siempre complicada, suele tener momentos de displicencia, que me permiten seguir creciendo, seguir girando.