La vida en el espejo

Cuando te ves extasiado por la gran cantidad de cosas por hacer, cuando te das cuenta que tu rutina es trabajar y volver a casa para ver a tu mujer y a tu niño, es que ya eres viejo.

Pero en el preciso instante en que te miras al espejo del baño, llevando las manos mojadas a tus mejillas ardientes y te concentras en tu rostro, te das cuenta que eres joven, que la vida está justo ahí en frente de tu cuerpo, esperandote, esperando que la empujes, que la hagas tuya, tal como lo hiciste con ese primer amor, tal como lo haces con tu bebé cuando te mira fijamente esbozando una sonrisa, esa que estremece tu corazón.

Parpadeas y te das cuenta que no eres viejo, que eres demasiado joven, que tu corazón aún palpita como lo hacía en tu juventud, en tu bella, armonica y vigorosa juventud.

Entonces sonríes al espejo; le sonríes a tu vida, te secas y te vas.

Foto: laarquitecturadetushuesos.files.wordpress.com

Girando

Una vecina nos regaló un sauce. Lo plantamos y lo vimos crecer. Lloraba, todo el tiempo lloraba y yo veía como lo hacía. Quizás alguna pena lo acongojaba tanto como a mí, en mi etapa de adolescencia feliz y a la vez depresiva y literaria. Yo me subía a él, imaginariamente, para sacar los versos de mi interior y plasmarlos en cualquier medio que llegara a mis manos.

En ese momento se hacía muy fácil escribir. Todo fluía sencilla y directamente. En esos tiempos parecía morir de amor en mis versos. Parecía que nada podía sacarme de ese profundo estado de soledad y angustia por una mujer, platónica al principio y real después.

Ahora vuelvo a la escritura. Vuelvo a sacar todo esto que tengo, para liberar un poco de esa tensión que genera la vida. Esa tensión del tiempo que transcurre, esa que puede ser la misma que ustedes padecen (si es que ya han cruzado la maravillosa línea de la pubertad). Esa tensión que, a la vez de ser siempre complicada, suele tener momentos de displicencia, que me permiten seguir creciendo, seguir girando.