Girando

Una vecina nos regaló un sauce. Lo plantamos y lo vimos crecer. Lloraba, todo el tiempo lloraba y yo veía como lo hacía. Quizás alguna pena lo acongojaba tanto como a mí, en mi etapa de adolescencia feliz y a la vez depresiva y literaria. Yo me subía a él, imaginariamente, para sacar los versos de mi interior y plasmarlos en cualquier medio que llegara a mis manos.

En ese momento se hacía muy fácil escribir. Todo fluía sencilla y directamente. En esos tiempos parecía morir de amor en mis versos. Parecía que nada podía sacarme de ese profundo estado de soledad y angustia por una mujer, platónica al principio y real después.

Ahora vuelvo a la escritura. Vuelvo a sacar todo esto que tengo, para liberar un poco de esa tensión que genera la vida. Esa tensión del tiempo que transcurre, esa que puede ser la misma que ustedes padecen (si es que ya han cruzado la maravillosa línea de la pubertad). Esa tensión que, a la vez de ser siempre complicada, suele tener momentos de displicencia, que me permiten seguir creciendo, seguir girando.

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